Hace rato que me he despertado, pero está todo en silencio, y una densa oscuridad me envuelve completamente. Tengo una sensación extraña, no sabría cómo definirla, pero no es como siempre cuando dejo de dormir. Sin embargo noto que estoy tumbado, relajado, con el cuerpo libre de tensiones, y mi mente no tiene restos de sueños desagradables ni pesadillas. La verdad es que, si no fuera por este silencio tan profundo, no se estaría mal. Pero sigo sintiéndome con una curiosidad por saber a qué se debe esa ausencia de sonidos. Normalmente siempre escucho algo al despertar, no sé, una sirena de alguna de las ambulancias que pasan cotidianamente por mi calle, o la vecina del quinto riñendo a su hijo porque se está haciendo el remolón en la cama para llegar tarde a clase. Incluso alguna vez he llegado a escuchar al joven del piso de al lado, que se separó hace unos meses y vive en casa de su madre, cómo retoza en la cama donde antes lo hacían sus padres con alguna de sus amiguitas, o como él dice, "follamigas", mientras ella está trabajando en el turno de noche limpiando las oficinas del bloque azul de los nuevos juzgados que hace un par de años empezaron a funcionar frente al nuestro.
Pero hoy no. Hoy no se escucha nada. Absolutamente nada. Y debo reconocer que, ahora que ya ha pasado algo así como una hora de reloj sumido en este vacío acústico, empiezo a estar más a gusto, y no me apetece levantarme de la cama. La oscuridad también ayuda, y esta temperatura más bien fría termina por eliminar cualquier intención de sacar los pies y ponerlos en el suelo.
Pero, una hora más tarde, empiezo a avergonzarme de mi decisión de no hacer absolutamente nada, como si fuera un domingo cualquiera. Y, ahora que lo pienso, no sé qué día es hoy... Hago esfuerzos por intentar recordarlo, pero no hay manera. Ni siquiera me acuerdo qué es lo que hice ayer. Tengo una laguna mental que no me permite visualizar, sobre esta oscuridad que ya empieza a ser extraña, absolutamente ningún momento vivido el día de ayer. Y eso no es normal. Yo siempre he tenido una memoria impresionante, lo que me ha servido para ascender rápidamente en mi trabajo. Porque tener una buena memoria es una herramienta imprescindible para eso. Puedes organizarte perfectamente bien y, además, tener guardado en un rinconcito del cerebro las caras de todas las personas que ves y todo lo que sucede en la oficina y que, para los demás, pasan de forma desapercibida. Pero yo podría describir a la perfección las caras y hasta la complexión física de todas las amiguitas del director que han pasado por su oficina a lo largo de estos últimos cuatro años. Y él lo sabe. Y por eso me ha ido ofreciendo los puestos más deseados por todos, ascendiendo en una carrera fulgurante hasta lo más alto, ante la envidia del resto de mis compañeros que llevan muchos más años que yo.
Pero hoy, esa memoria fotográfica, no quiere funcionar. Así que voy a levantarme, subir la persiana y empezar el día con una ducha de agua caliente, que eso reconforta y despeja cualquier tipo de bloqueo mental.
¿Qué está pasando? ¡No puedo mover las piernas! Estoy empezando a asustarme de verdad, porque mis brazos tampoco me quieren obedecer, ninguna parte de mi cuerpo, salvo el cerebro, quiere hacerme caso. Igual es por eso que no escucho nada, el oído se habrá bloqueado también, así como el nervio óptico... Seguro que es cosa de la edad, y en unos minutos pasará. No hay que asustarse, Carlos, recuerda que a tu madre le pasaba algo parecido. Cierto es que ella ya tenía casi los 85 años cuando empezó a pasarle, pero si es hereditario te puede pasar en cualquier momento. Todo es cuestión de control mental. Piensa en verde, todo se puede si te concentras y crees plenamente en ello.
¿Lo ves? Ya se empieza a escuchar algo a lo lejos. El silencio está desapareciendo, se escucha un pequeño ruidito acompasado. Aún no distingo qué es, pero es un alivio salir de este ya agobiante silencio.
Ahora lo escucho perfectamente: son pasos. ¿Será mi mujer? No creo, le quité las llaves de casa, no puede entrar aquí si no es llamando al timbre. ¿Quién será?
Cuando te rodea la oscuridad, el sentido del oído se agudiza al máximo, acabo de comprobar que los pasos que escucho no son de una persona sola. Al menos hay tres. El desconcierto vuelve a apoderare de mí. ¿Qué hacen tres personas dentro de mi casa? Espera. ¿Seguro que estoy en mi casa? No recuerdo qué pasó ayer, igual me quedé a dormir en otro lugar... Sí, eso debe ser. Pero esta parálisis temporal que me tiene aquí inmóvil no me deja ni abrir los ojos para ver dónde estoy. Paciencia, Carlos, en pocos minutos estarás perfectamente recuperado.
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¡Joder, qué susto me han dado! ¿Qué ha sido ese ruido? Ha sonado parecido al archivador de mi oficina, pero como si se hubiera abierto un cajón enorme. Ese maldito chirrido se me ha metido hasta la última neurona.
Voces. Muy cerca, y yo sin poder articular palabra, parece de chiste. Pero no me hace la más mínima gracia. Voy a intentar reconocerlas, al menos sabré quién está a mi lado...
Una de las voces es de mi mujer, no tengo la menor duda. La otra no la conozco de nada. Y hay una tercera; habla poco, muy bajito, como si no quisiera que lo escuchara. Y yo sin poder articular una palabra.
-¿Por favor, puede dejarnos a solas con él?- Es Luisa, con un tono apesadumbrado. Parece que está a punto de echarse a llorar.
-Sí, señora, pero sólo un momento. Vuelvo en unos minutos - ha dicho el de la voz desconocida.
-¿Seguro que está muerto? No confío en ese líquido que le has inyectado, Luisa. Parece que se vaya a levantar de un momento a otro. - Ahora ha hablado lo suficiente como para poderlo reconocer. ¡Es Fernando, el director de la empresa!
¿Cómo? ¿Muerto? ¿Fernando, qué estás diciendo? No estoy muerto, estoy paralizado, lo mismo que le pasaba a mi madre, ¿recuerdas? Tú la conociste. ¿De qué líquido estás hablando? ¿Inyectado? ¿Qué está pasando aquí? Estoy aterrado, no me gusta esto...
-Tranquilo, cariño, me aseguraron que dormiría para siempre, su muerte ha llegado tan lentamente que no se ha dado cuenta de nada, pero es muy efectivo. No hay de qué preocuparse.
¿Cariño? ¡Mierda, ya sé lo que pasa! Ayer vi a una mujer entrar en el despacho de Fernando, pero no pude ver bien su cara. Ahora ya sé quién era... Por favor, Fernando, no me importa que te beneficies a Luisa ni le diré nada a tu mujer, pero sálvame, por favor, no me dejes aquí...
-Señores, ya tengo que volverlo a meter, si no me veré en problemas...
-No se preocupe, ya nos hemos despedido de él. Puede cerrar la cámara. Adiós, mi vida, nunca te olvidaré.
-Lo siento, Carlos, si no hubieras sido tan observador y tenido esa memoria, esto no habría acabado así... Te echaré de menos.
Una vez más, el chirrido insoportable atraviesa mis tímpanos. Y de nuevo, el silencio...
Ves por qué ser tan despistada como yo a veces es bueno?? Jijijiji.... Oye, que no es broma, pero eso de despertarse y no poder moverse, ya me ha pasado a mí montón de veces hace tiempo, sobre todo de más pequeña. Y oía todo lo que se decía a mi alrededor, aunque ahora escuche la versión "lógica", pero era horrible estar despierta sin poder moverte, ni gritar, eso de pequeña, de más mayor, sabía que estaba en un sueño, o en una fase del sueño, pero aún así había veces que ni usando la lógica.. Niño... va a ser que no soy muy normal....;-p
ResponderEliminarBesinessssss
Pues tiene que dar un poco de yuyu sentirse así, ¿no? Pero bueno, mientras sepas que se pasa al poco tiempo... Pero no deja de ser un mal rato... ¿Normal? ¿Y qué es eso de sr normal? No conozco a nadie que lo sea, y yo el que menos :P Gracias por ser la primera persona que deja un comentario en mi blog, niña. Soy novato y no sé muy bien como funciona todo esto, pero "me llena de orgullo y satisfacción" ver que parece que empieza a ponerse en marcha sin demasiados problemas, de momento :P Un besiko, niña.
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